Hasta luego Raffaella.

 


Rafaella Carrá, cantante y bailarina italiana, instigadora y reflejo  de los cambios de mentalidad que se produjeron en la España de la transición, en el terreno de las libertades, nos dejó físicamente el 5 de julio. Pero no se ha ido. Sus canciones y actuaciones están ancladas en la memoria colectiva. El mensaje que transmitió durante su carrera tiene plena actualidad.

 

 

Raffaella llegó a España a principio de los 70. En 1975 ya tenía su propio programa de televisión en horario de máxima audiencia. Con su simpatía, su música alegre y sus bailes provocadores, contribuyó a que los españoles se despojaran de los grilletes morales de 40 años de represión fascista. Con la canción “Rumore, rumore”  denuncia las injurias que sufren las mujeres, por el simple hecho de serlo y actuar libremente. Y cuando cantaba “Para hacer bien el amor hay que venir al sur” hablaba con naturalidad de sexo, un tema tabú en aquel entonces.

 

La televisión de la época se propone difundir entre la población valores democráticos. Hasta 1982, en cada jornada electoral TVE organiza galas con cantantes y humoristas, como si fuera Nochevieja, alternándolo con el seguimiento del escrutinio. Se pretende que las elecciones se vivan como una fiesta de todo el pueblo. En el programa “La Clave”, el periodista José Luís Baldín invita a personalidades de diferentes ideologías a debatir en profundidad  temas sociales. En este espacio participó Santiago Carrillo, Secretario General del recién legalizado Partido Comunista o Federica Montseny, ministra de la CNT en el gobierno de la II República, junto al ministro de derechas Herrero de Miñón o el político catalán  Jordi Pujol.  Jesús Hermida, introductor del magazine televisivo en directo en España, invitaba a sus tertulias a conocidos políticos  a analizar la actualidad y posicionarse sobre ella, actualmente lo hacen periodistas y politólogos.

 

Este espíritu abierto favorece que figuras representativas de sectores progresistas accedan al panorama televisivo. La actriz Ana Diosdado dirige y protagoniza la serie “Anillos de oro”  que aborda el tema del divorcio y la igualdad de la mujer. La periodista Lolo Rico crea el programa infantil “La Bola de Cristal” en el que la malvada Bruja Avería lanzaba consignas como “Viva el mal, viva el capital”, “Soy la presidenta de los Estados Fundidos de Catodia” o “Soy Avería y aspiro a una alcaldía.” La serie “Curro Jiménez”, con algunos capítulos dirigidos por  Pilar Miró y Mario Camus, convierten a un asaltador de caminos en todo un héroe nacional, porque se enfrenta a los invasores franceses, roba a los terratenientes y se posiciona al lado de los oprimidos. Estos son tres de los muchos ejemplos que se dieron en la televisión de los primeros 10 años de democracia, y la irrupción de Raffaella Carrá es uno de ellos.  

 



 

 

 

¿Por qué Rafaella?

Raffaella Carrá era simpatizante y votante pública del Partido Comunista Italiano. A mediados de los 60 marchó a Hollywood para trabajar como actriz y bailarina. En entrevistas declaró que se fue de allí porque reinaba un ambiente de hipocresía. Y decidió establecerse en España, un país que acababa de derrocar un régimen dictatorial, y que la acogió como si fuera una artista autóctona.

 

Raffaella utilizó la concepción italiana de espectáculo de masas; festivo, vitalista, para todos los públicos, en donde la canción y el baile tienen un papel de primer orden, y lo empleó para combatir cualquier actitud represiva. Lo hizo con su música y  su ejemplo. El Vaticano le censuró en 1974 por bailar en televisión enseñando el ombligo, algo que no impidió que siguiera haciéndolo.

 

 En su programa actuaba con tal naturalidad, que podía equivocarse en directo sin que pasara nada. Se comportaba educada y correcta con los invitados, sin renunciar a sus principios. Pero cuando subía al escenario a cantar y bailar se desataba el huracán de la Carrá, entonces podía poner todo patas arriba. El único artificio eran los focos de colores y las lentejuelas de los vestidos de los bailarines. Eso hizo que se ganara la simpatía de todo el público, hasta de los que parecían más alejados políticamente.

 


 

 

 

El colectivo LGTB la adoptó como un icono cultural. Como a Sara Montiel, Chavela Vargas, Edith Piaf y tantas mujeres que se atrevieron a romper los corsés que le imponía la sociedad. Es un referente para los que se enfrentan a la opresión, sobre todo moral. Todavía queda mucha Carrá entre nosotros, y perdurará en el tiempo. Nos acordamos de ella cuando estamos de fiesta; o cuando necesitamos liberarnos de una mordaza que nos impide ser libres. Por eso, aunque haya muerto, no podemos decirle adiós, pero sí hasta luego.

 

 


 

 

 

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2 comentarios:

  1. Gran artista, probablemente irrepetible. Sus numerosas canciones nos dejaron valiosas enseñanzas como que para follar bien había que viajar al sur.

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