El enemigo del escritor.


 

A menudo el escritor busca la perfección. Revisa una y otra vez el texto que ha escrito. En otras ocasiones está preso de sus limitaciones, no son hándicaps o retos a los que se debe enfrentar, sino barreras infranqueables. En ambos casos sus miedos encubiertos le impiden avanzar. No es el panorama editorial, no son las adversidades de la vida. El escritor puede llegar a ser el mayor enemigo de sí mismo.

 

 

La idea de una historia que te gustaría contar es como una flor que acaba de abrirse. Surge radiante en tu cabeza, esplendorosa, llena de vida. Si la coges, dispuesto a desarrollarla, y la dejas aparcada, sin la urgencia que requiere, se terminará marchitando. Igual que la rosa que arrancaste de un rosal y la dejaste sobre la mesa del comedor sin tan siquiera meterla en agua. Uno de los principales problemas del artista es la procrastinación. “Me pondré a escribir cuando tenga tiempo, o cuando lo tenga todo preparado.” El boceto de una historia debes trabajarlo, estructurarlo, darle forma. Si tardas mucho en plasmarla, la idea se enfría. Pierde la magia con la que surgió. Escribir tiene un componente pasional, si el escritor pierde la emoción, difícilmente podrá transmitírselo al lector.

 

Conocí a un aficionado a escribir que llevaba dos años preparando una novela. No había escrito ni la primera línea. Era ficción histórica. No paraba de leer libros y ver reportajes para documentarse sobre la época histórica en la que se desarrollaría el relato. Después se centró en los personajes. Elaboraba la biografía detallada de cada uno. No quería que resultasen planos. Se llegó a obsesionar. No tenía pensada la trama, como desarrollarla y cuál sería el final. Todas sus preocupaciones, en realidad, eran justificaciones para no ponerse a escribir. Claro que un escritor debe prepararse el trabajo (documentarse, construir personajes…) y aprender a buscar y recoger la información que necesita, pero con agilidad. Es como si un estudiante tiene que presentar una tesis y emplea el 98% del tiempo disponible en recopilar datos, llegará la fecha de entrega y no tendrá terminado el trabajo. Un escritor aficionado no tiene la presión de los plazos, pero el tiempo pasa. Su proyecto es escribir un libro, no convertirse en un erudito para sí mismo. Su idea de escribir una novela se está convirtiendo en un eterno deseo aparcado, como dejar de fumar o adelgazar cada vez que comienza un año nuevo.

 

Tengo una lectora que acude a las presentaciones de libros que organizo. Después del acto me suele acompañar a tomar una cerveza con otros amigos. Me cuenta historias, y algunas son muy buenas. Me dice: - “Ojalá tuviera la facilidad de escribir que tienes tú.” Ella tiene lo más importante, las historias. Sus auto-limitaciones de creer que no es capaz de escribirlas, cuando en los hechos nos las cuenta, es lo que le impide plasmarlas en un papel. Si el borrador del manuscrito existe, siempre se puede mejorar. Tienes algo sobre lo que trabajar. Si no existe es solo un deseo etéreo. Hay una diferencia entre existir y no existir. Mejor hecho que perfecto. Son las barreras que se impone el escritor lo que le impide ponerse a escribir.

 


 

Tomar acción.

 

A menudo los escritores y aficionados a escribir nos encontramos perdidos. Necesitamos formarnos. No basta con voluntad. Debemos conocer las reglas del proceso de contar historias para aplicarlo al relato que deseamos contar. Inscribirse en talleres o cursillos, buscar información, ya es una primera toma de acción. Sirve para escritores noveles y para experimentados. Un escritor no para de formarse.

 

Dominar el proceso es cuestión de práctica. Como todo en la vida. Cervantes no se sentó a escribir un buen día y redactó el Quijote de buenas a primeras. Tenía mucho escrito antes, publicado o no, y mucho leído. Dominaba todos los géneros narrativos empleados en el siglo XVI, no fue genialidad innata, se había procurado cierta formación.

 

Debes formarte y aplicar. El objetivo de un escritor es escribir, no convertirse en un pozo de sabiduría. Lo que aprendes debes aplicarlo a tus textos, casi al momento. Una parte importante del aprendizaje es la práctica. Teoría y práctica deben caminar de la mano. Debes estudiar aquello que necesitas, lo que tu proyecto te está demandando. Pienso que todo escritor debe tener una base teórica: “El viaje del héroe”, “Las siete tramas básicas”, “las reglas del género que le gusta escribir.” No se trata de replicarlas como un mono, pero sí de conocerlas. Cuando las domines ya las llevaras a tu terreno, incluso las cuestionarás. Un escritor debe ser exigente y crítico con su obra, sin llegar a la obsesión. Lo que vas escribiendo te marcará si necesitas centrarte más en construir tus personajes, en hacer más vivos tus diálogos, en cerrar los finales de tus relatos. Todo eso se aprende y si buscas, encontrarás formación e información relevante sobre lo que necesitas.

 

Atrévete a escribir y publicar. Que otras personas conozcan lo que escribes. Es la manera de saber si conectas con tu público y de descubrir que cuestiones debes mejorar. Publica relatos en tu blog, extractos en redes sociales, puedes auto-publicarte en plataformas, en páginas web para escritores. Pide feedback, que la gente te deje comentarios. Aprende a leer la reacción de los lectores. Si dejan tu libro a medias o ya no leen lo que escribes, algo debes estar haciendo mal. Debes descubrirlo y solventarlo. Puede que necesites formación sobre ese asunto.

 

En ese sentido, desde Gatos Callejero Auto-edición, el proyecto que dirijo, hemos sacado un taller en video on-line para ayudar a otros escritores a escribir el manuscrito de su próxima novela en un tiempo razonable, que no se eternice. Antes lo pusimos en marcha en formato presencial en una asociación cultural de Tarrasa (Barcelona), gracias a eso lo hemos pulido. Me gustaría que le echaras un vistazo.

Querido escritor, escribe, escribe mucho y fórmate para seguir escribiendo.  

 

👉 Échale un vistazo al taller literario. 

 


 

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