Publicado en la antología "Necroeroticón". Editado por la revista mexicana "Penumbria."
Adán vivió con Lilith durante muchos, muchos años. Ella era una mujer independiente, libre y orgullosa. Trataba a Adán de igual a igual, pero Adán no se sentía cómodo, estaba cohibido. Así que un día le puso la maleta en la puerta y la echó a la calle. Lilith le juró que jamás volvería a tocarla.
Con el tiempo, Adán conoció a otra mujer. Completamente distinta. Se llamaba Eva y la hizo su compañera. Eva esperaba paciente todas las noches en casa a que Adán regresara del trabajo. Vivía para complacerle.
Adán terminó cansándose de Eva. Una noche después de hacerle algunas carantoñas se inventó una excusa y se fue para la calle. Quería volver a encontrarse con Lilith, la deseaba. Recorrió la ciudad, pero no logró encontrarla. No cesó en su empeño. Salió una noche tras otra.
Decidió buscar a Lilith en otros cuerpos. Cuando creía haberla encontrado, ella se desnudaba insinuante ante sus ojos sin él poder acariciarla. Si lo intentaba, unas sombras negras entraban por sus oídos y su nariz, y se apoderaban de su cuerpo. Él iba quitándose la ropa. Ella le observaba tumbada en una cama. Mientras, los músculos del hombre se agarrotaban, los huesos crujían y su piel quedaba petrificaba. La mujer reía y reía. Adán quedaba convertido en piedra hasta que el sol asomaba en el horizonte. Y entonces, aquella mujer que le recordaba a Lilith ya no estaba.
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DESARROLLO PERSONAL.
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