Escribe tu novela en 60 días.

 

 

Conocí una vez a un escritor que era muy bueno escribiendo relatos cortos. Quería escribir una novela de ficción histórica. Su primera novela. Devoraba libros sin parar, veía documentales, investigaba por internet. Decía que tenía que documentarse para escribir. Debía dominar el escenario donde se desarrollaría la acción. Tenía que tener bien construidos los personajes, que fueran fieles al periodo histórico de la trama. No llegó a terminar nunca el primer capítulo del manuscrito. Su anhelada novela quedó almacenada en el cajón de las asignaturas pendientes, por ahí sigue. Como las promesas que se hace uno cada navidad al empezar el año nuevo. Como el viaje a Cuba que siempre ha querido hacer y nunca encuentra tiempo o dinero suficiente. Como la carrera que empezó y nunca terminó a falta de aprobar el último examen. ESCRIBIR ES TOMAR ACCIÓN.

 

Otro amigo o conocido, por redes sociales, me dijo que tenía en mente escribir una novela retratando el ambiente corrupto que se respiraba en su país. Como la corrupción se extendía de arriba abajo. Había casos en que para agilizar unos trámites bastaba con darle un regalo al funcionario de turno. A veces bastaba con un pollo del corral. Tenía en mente la historia desde hace veinte años. - ¿Por qué no la has escrito? – Le pregunté. – La historia continúa, yo creo que a peor, pero no la tengo registrada.- Le dije que lo bueno de escribir es que el autor podía acotar la acción en el tiempo, él es el dueño del relato, al menos mientras está creándolo. Hasta que llega a las manos del lector; o como dice el escritor mexicano Carlos Fuentes, el elector. Es entonces cuando deja de pertenecerle y escapa de su dominio.  Entre unas y otras cuestiones, LA HISTORIA SIGUE SIN CONTARSE.

Como muchas cosas en la vida, escribir es ponerse a hacerlo. Un acto de determinación. Y continuar hasta terminar

                                                                                                                                                                               

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"Hay historias que nacen en una cabeza

y mueren en una carpeta de ordenador."


 Toma acción.

                                                                                                                    

Diseña tu historia.

 No saber a dónde ir es paralizante. Empiezas a caminar y te pierdes. Das unos pocos pasos y desistes en tu propósito. No sabes dónde iras a parar. Antes de empezar a escribir, siéntate un momento frente a una hoja en blanco. Diseña tu historia. Es crucial para no ir desorientado. Traza la hoja de ruta. Divide tu proyecto en capítulos, determina que tiene que suceder en cada una de esas secciones, de que van a tratar. Establece la secuencia de hechos y de escenas. Aprende de cómo lo han hecho en otros libros, en alguna que otra película. Inspírate en el viaje del héroe, en las 7 tramas básicas, en las reglas del género que vas a tratar.

Configura tus personajes en unos pocos trazos. Son los ingredientes de tu guiso, debes conocerlos. Decide que matices o aspectos vas a potenciar, y para qué los vas a utilizar en tu historia. Determina el escenario, la época histórica, el ambiente. Es la hoya donde se va a cocer todo. Pero no te obsesiones. Lo que te debe preocupar es el plato que vas a poner en la mesa, no la cazuela que vas a emplear o la cantidad de patatas que vas a meter.

Algunos escritores se saltan este paso. Otros se quedan atrapados en él. Es importante saber cómo ir a los sitios, pero lo más importante es llegar. Para eso debes empezar el camino.

 

Empieza a escribir.

 Escribir es un acto de determinación. Redacta el primer capítulo sin pensar en que vaya a quedar bien o mal. Ya habrá tiempo de revisarlo. Termínalo. Su conclusión es una etapa crucial. Has cruzado el umbral. Tu historia ha dejado de ser una pieza mental y ha empezado a tomar forma tangible. El primer capítulo no es una garantía. Está claro que puedes abandonar, pero de entrada ya has arrancado el movimiento. Has roto la inercia de la ensoñación, de la pasividad. Ahora has de consolidar la tendencia. Fíjate una etapa intermedia de 5.000 o 10.000 palabras. Esa será la consolidación. Siéntete satisfecho con cada una de las etapas que vayas cubriendo. Piensa que estás avanzando en tu objetivo. Que vas bien encaminado.
 

Sé constante.

Tu novela no se va a escribir sola. Necesitas dedicarle tiempo y trabajo. Has empezado a escribir, no te detengas. Retomar la historia después de haberla dejado parada por un tiempo requiere más esfuerzo que continuar escribiendo. Tienes que crear una rutina. Es la forma más segura de continuar. Fíjate una hora al día para escribir. Si es posible que sea siempre la misma. No esperes a que te llegue la inspiración. Es más fácil que te broten ideas nuevas cuando estás inmerso en un proyecto que cuando lo tienes abandonado.

Búscate un lugar tranquilo. Un sitio en el que durante esa hora nadie te moleste. Donde puedas estar concentrado. Llega a un acuerdo con los demás. Esa es tu hora y tu lugar para escribir.

Inmunízate de ti mismo y de tu entorno.

Una vez que has empezado a escribir y mantienes un cierto ritmo, nada ni nadie te debe desenfocar. Borra de tu mente cualquier idea perniciosa que te aleje de tu actividad. No pienses en si la novela está quedando bien o si le va a gustar a la gente. Concéntrate en terminar el manuscrito, no mires atrás.

A los ojos de las personas con las que compartes tu vida es posible que parezcas un tipo raro. Alguien que se encierra todos los días en una habitación a escribir. Y más, después de haber pasado todo el día estudiando o trabajando. Te pueden echar en cara que les desatiendes, que solo piensas en tu novela. Sabes que no es verdad. Debes mantenerte firme. No puedes permitir que sus objeciones pongan en peligro el territorio conquistado.

Lógicamente, cuando termines el manuscrito habrá que hacer revisiones. Tendrás que ajustarlo y algunas partes deberás rehacerlas, pero ya tienes algo sobre lo que trabajar. No es una simple idea. Tu trabajo es lo único que garantiza la existencia de la novela.

 


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