En una ocasión un lector que compra mis libros me dijo: “Necesitas un lector cero antes de publicar.” Me lo tomé más como una ofensa que como una crítica constructiva. Después pensé que es probable que tuviera razón. Hasta que punto lo que escribo se entiende. ¿El libro está bien escrito o hay cuestiones que mejorar? ¿El texto engancha o es un tocho ilegible? Me venía bien una opinión desde fuera.
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1. Lector Cero.
2. Informe de lectura.
3. Métodos alternativos.
1. El Lector Cero.
El “lector cero” o “lector beta” es un lector profesional que lee el manuscrito de un libro antes de ser publicado. Te remarca los puntos fuertes y señala aquellos que ve débiles o las cuestiones que le faltan al texto. Hace sugerencias y da orientaciones que el escritor puede tener en cuenta.
Es un servicio editorial que no tiene que ser proporcionado por una editorial en sí. Existen profesionales independientes que realizan esta tarea. No es una corrección. El manuscrito permanece intacto. Digamos que es una especie de auditoría del libro que proporciona al autor una opinión profesional sobre su trabajo.
El escritor está inmerso en proceso de redacción y hay cosas que no percibe. En todos los manuscritos suelen aparecer aspectos que el autor da por sabidos cuando no lo son y en los hechos el lector se pierde. Supuesto: En una novela aparece de la nada un personaje que mantiene una conversación con el protagonista. El lector se queda descolocado. No sabe de dónde sale ese personaje, ni por qué tiene información sobre lo que está pasando.” Otras veces el escritor abusa de descripciones o analogías que despistan más que ayudan. A veces emplea jergas y modismos locales que el lector no entiende. Estos problemas de conexión no son exclusivos de un escritor determinado, de una manera u otra nos pasa a todos. Es necesaria una ojeada desde fuera para poder detectarlo.
El lector cero proporciona un informe detallado de lectura que es aconsejable tener en cuenta antes de que el autor auto-publique o envié su manuscrito a una editorial.
2. El informe de lectura.
Terminada la lectura del manuscrito en el plazo acordado, el lector cero envía al autor un informe de lectura. Es un instrumento de trabajo. Como lector profesional ha estudiado tu manuscrito y lo ha analizado en profundidad.
El informe debe contener información general y capítulo por capítulo. En la primera es interesante que el lector cero exponga la sinopsis del libro, tal y como él lo ve, así como los temas principales y los secundarios. Con el fin de que el autor pueda constatar de que lo quería transmitir en su libro le ha llegado a quién lo lee. El informe debe señalar aquellos tramos en los que el libro ha captado el interés del lector y aquellos otros en los que ha decaído. Y por supuesto, debe atender a elementos que suelen preocupar al escritor. En una obra de ficción: la construcción de los personajes, los diálogos, las descripciones. En el caso de una de no ficción: los conceptos, la rigurosidad, la presentación didáctica de la información.
El desglose debe aportar, muy pegado al texto, sugerencias sobre cuestiones concretas que se deben cambiar, quitar o añadir en el borrador. Una descripción que falta, que sobra o que es demasiado extensa o difusa, por poner un ejemplo.
El informe debe terminar con una síntesis de todo lo planteado anteriormente de manera que pueda ser utilizado, si así lo desea, por el autor de la obra con facilidad.
3. Métodos alternativos.
Mucha gente que escribimos solemos compartir borradores de nuestros textos con personas que valoramos para que nos dé su opinión. No se trata del ego del escritor. Un cocinero da a probar sus platos o un pintor enseña sus cuadros a una persona o a un grupo reducido antes de presentarlos en público.
Mostrar un manuscrito completo, digamos de un libro de 30.000 palabras, a un amigo implica un compromiso considerable. Yo he entregado borradores de mis textos a personas allegadas o a otras con conocimientos sobre el tema que he tratado. Se han sentido alagadas de que piensen en ellos, pero no nos engañemos, han aceptado la propuesta para hacerme un favor personal. Su opinión puede estar contaminada. Nos conocen de antemano y suelen intentar descubrir aspectos de nuestra vida o personalidad en el texto, o mirar dónde aparecen ellos reflejados. No existe plazo para que nos den su veredicto, algo que desespera al autor en tanto que es un proceso que él no controla.
Podemos recurrir a que otro escritor lea nuestro manuscrito. Implica una relación correlativa. O bien intercambiáis vuestros borradores, o bien en esta ocasión él lee tu libro, pero en un futuro tú deberás leer el suyo. Es algo muy interesante. A parte de que él se dedica a escribir y tiene cierta autoridad, refuerza los lazos entre artistas de un mismo sector. Pero los artistas y creadores solemos ser gente involucrada en multitud de proyectos, y leer tu libro es posible que no represente una de sus prioridades.
Algunos escritores guardan sus borradores durante años para poder revisarlos en la distancia. La creación no puede ser un proceso interminable alargado en el tiempo. La ilusión y la pasión de enfrentarse a un proyecto se van enfriando a medida que este se queda aparcado. La tan deseada objetividad o imparcialidad, que en el asunto de escribir un libro no existe, no la puede proporcionar el transcurrir del tiempo. Para acercarse a ella lo mejor es recurrir a un lector que no te conozca. Ni un amigo, ni un colega. Y mejor alguien que te vaya a dar una opinión trabajada y argumentada. Concreta, no general. Pegada a tu texto, para qué la puedas emplear.
Algunos escritores tienen impaciencia por publicar. Un buen libro es un producto muy elaborado. No es bueno eternizarlo, pero tampoco lo es precipitarse. Para algunos pasos es mejor recibir asistencia externa. Por eso nosotros recomendamos contratar un lector cero ante de efectuar la última revisión del manuscrito y dar el paso a la publicación de la obra.
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