The Doors. La poesía en el Rock.


 

Durante años las canciones de Rock & Roll hablaron solo de chicas, coches y sexo. Aunque no fueran los primeros. Con los Doors llegó al Rock la poesía. La de los poetas malditos.

 

“Si las puertas de la percepción se purificaran

todo se le aparecería al hombre como es:

Infinito.”

 

Estos son los versos de William Blake que inspiraron el nombre de la banda que en 1965 crearon en Los Ángeles  Manzarek,  Morrison,  Krienger y  Densmore.

 

Jim Morrison era poeta antes de hacerse cantante de Rock. Ni tan siquiera estaba en sus planes. Hijo de un mando militar de la marina de los EE.UU. durante su infancia cambió con frecuencia de residencia, en las que no lograba adaptarse. Encontró en los libros de los poetas franceses del S. XIX  Baudalaire, Rimbaud, Verlane una válvula de escape. Estudió en la Universidad de Cine de Los Angeles, unos cursos por detrás de Francis Ford Coppola. Siendo un alumno destacado, en su afán por cuestionar lo establecido presentó como proyecto fin de carrera un corto sin guión ni argumento. Recibió la desaprobación de sus profesores que lo consideraban un alumno ejemplar. Sintiéndose incomprendido se fue a caminar por las playas de Vernice (Los Ángeles) y se encontró con un compañero de clase, Ray Manzarek, un artista multidisciplinar con una importante formación musical clásica. Decidieron entre los dos musicar dos  poemas de Morrison y así surgió la idea de formar un grupo de Rock.

 

Los rasgos de los poetas malditos están presentes en las letras que escribían Jim Morrison. El simbolismo y el empleo de alegorías se aprecian en casi todas las canciones. El lado canalla recorre el tema “Light my fire”, la evocación de escenarios exóticos se ve en “Spanish caravan” o la atmosfera oscura, sombría, casi mortuoria se percibe en “The End” o en “Riders on the storm.”

 

Para musicar los poemas el grupo recurre a elementos novedosos dentro del rock. No emplean el bajo, su función la suple Manzarek con la parte derecha del teclado. Ray le da protagonismo a un órgano barroco con solos que recuerdan las progresiones de Bach; el cual sustituye por un piano de taberna cuando el tema lo requiere. Emplean una batería y una guitarra de Jazz, en la que Krienger introduce notas de flamenco o de música oriental, tan diferente a los guitarristas explosivos que se harán populares en los 60. Incluso cuando Morrison se empeña en cantar blues es seco y pesado como en “Roadhause Blues.”

 


 

Los Doors serán una influencia para bandas que saldrán posteriormente. Como las letras oníricas de Led Zeppeling y el uso de los teclados de John Poul Jones. El gusto por ritos tribales de grupos como “The Cult”, la oscuridad épica de “Sister of Mercy”, las letras encriptadas de “Héroes del silencio” o la poesía visceral de “Buenas Noches Rose”, un grupo adolescente madrileño de principios de los 90. La aparición de The Doors abre nuevos caminos y le da una dimensión nueva al Rock.

 


 

Agitación de masas.

El cuestionamiento de las formas en The Doors va ligado a un enfrentamiento con el orden establecido, sobre todo con la autoridad. Son los 60 y el mundo está convulsionado por movimientos revolucionarios.

En 1966 son contratados para tocar por las noches en el club “Whisky a go go”, un local emblemático de  Sunset Strip. Zona del este de Holliwood que se convertirá por aquella época en centro de reunión para estudiantes, intelectuales y artistas contestatarios, y posteriormente para el movimiento hippy.  En la parte instrumental de las canciones Morrison solía introducir fragmentos de poesía hablada. Tocando el tema “The End”, Jim comenzó a improvisar una versión libre de “Edipo rey” y gritó:

“¿Padre? / Si, hijo. / ¡Quiero matarte!/ ¿Madre?/Sí… / Quiero…  follarte.”

El grupo será vetado en el local y no volverá a tocar nunca más allí, pese al conocido ambiente liberal que predominaba en la zona.

Los conciertos de The Doors serán un escenario habitual de enfrentamientos con la policía. Es la época de la expansión del movimiento hippy y el auge de las movilizaciones contra guerra del Vietnam. Todo arranca cuando en diciembre de 1967 en New Haven (Conenecticut), Jim Morrison es sorprendido por un policía local mientras practicaba sexo con una groopie  en las duchas antes de un concierto. Al descubrirlos el agente les roció con gas pimienta.  Durante el show el cantante relató el suceso y denunció a la policía como un cuerpo represivo. Esto levantó las iras de los asistentes contra las fuerzas de seguridad y Jim fue detenido en el escenario.

 

En 1969 fue a ver una obra de teatro alternativa en el que los actores, unos desde el escenario y otros mezclados con el público increpaban a los espectadores a que se rebelaran contra sus prejuicios morales y abrieran paso a las inhibiciones. El 1 de Marzo de ese año, en un concierto en Miami, ante una audiencia de 12.000 personas, el doble de lo que admitía el aforo del lugar, después de lanzar consignas desde el micrófono saltó del escenario y se puso a danzar con el público mientras sonaba la música. Aquella catarsis produjo desperfectos en el mobiliario y  Jim fue detenido acusado de provocar desordenes públicos.

 

Tras un año pleiteando contra el Estado de Florida declaró: “Antes del juicio tenía una mirada infantil y poco realista del sistema judicial americano. Mis ojos se han abierto un poco.”

La noche del concierto de Miami, antes de saltar del escenario, gritó al público:

“Escuchadme. No estoy hablando de no revolución. No estoy hablando de no manifestarse. Estoy hablando de pasarlo bien. De pasarlo bien este verano. Estas últimas noches conocí a algunas personas que estaban haciendo algo. ¡Estaban tratando de cambiar el mundo! ¡Yo quiero unirme a ese viaje! Quiero cambiar el mundo. Siii… Cambiarlo.”

 


 

Los Doors aspiraban a transformar la sociedad en profundidad. Cómo muchos de sus contemporáneos. Jim Morrison se convirtió en un emblema de la llamada contracultura. Una puerta abierta a una sociedad libre organizada de otra manera. Pero sus actos de rebelión, sin fijar un enemigo claro a batir, sin detectar un punto débil en el que hacerle retroceder, y sin una organización sólida y estable, sino basada en manifestaciones espontáneas, hicieron que sus acciones protagonizadas por un artista sensible y carismático se quedaran en meras anécdotas que salpican la historia.

 

 

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