Internado Inglés (2) Relato.

 

 

Caminando por el pasillo me topé con Louisa Garret, era una chica un par de años mayor que yo, por la que me sentía, en cierto modo, atraída. Cada vez que me cruzaba con ella no sabía cómo actuar, tenía la sensación de parecer patética. Yo creo que ella se daba cuenta, pero nunca se lo tomó mal, me trataba con bastante proximidad. No me había repuesto por completo de la situación anterior y fue un flash. Estaba guapísima. Su larga melena rubia ondulada, sus ojos claros y esa alegre sonrisa que rara vez se desdibujaba de su rostro. Como es natural, llevaba puesto el uniforme del colegio. Zapatos negros planos, falda negra ligeramente plisada por encima de la rodilla, camisa blanca, corbata y chaqueta azul marino con el escudo del colegio sobre el pecho izquierdo. Los chicos vestían igual, solo que en lugar de falda llevaban pantalón de pinzas. A la mayoría de los alumnos aquella indumentaria no nos favorecía nada en absoluto, pero en Louisa era diferente, el uniforme le sentaba realmente bien. Me quedé impactada y tropecé con ella.

 

 

El libro se me cayó al suelo y los dibujos terminaron esparcidos por el piso. Louisa se agachó enseguida a recogerlos, yo me incliné para coger el libro y nuestras cabezas chocaron fortuitamente.

 

        Vaya coscorrón. Ja, ja. – Rio Louisa, tocándose con una mano la coronilla

 

        Perdona. Ha sido culpa mía. No quería chocarme contigo. – Con timidez, le acaricié el brazo.

 

        No pasa nada. No te preocupes. Aún estoy viva. Por cierto, no sabía que dibujaras tan bien. – En su mano tenía el dibujo sobre la extraña pesadilla. – Tienes mucho talento. Deberías dedicarte al arte.

 

        ¿De verdad? ¿Te gusta?... Están bien, pero no soy una verdadera artista. Un artista dibuja sobre lo que siente, no sobre lo que ve. – Quería hacer referencia a que mis dibujos eran un retrato de la realidad, no una abstracción o una escena ficticia. 

 

                                                                                                                                                                             

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Louisa se quedó sorprendida, debía pensar que no estaba en mis cabales. Aquel dibujo siniestro no podía ser real. No le dio mucha importancia, volvió a agacharse y recogió del suelo otro dibujo en el que aparecía el “Dhalion” sobrevolando Londres. Me lo entregó, se acercó a mi oído y murmuró:

 

He oído por ahí que estás aprendiendo a pilotar dirigibles. ¡Qué callado te lo tenías!

 

Sí. Me están dando clases, ahora estoy con la teoría, pero pronto me dejarán pilotar uno. – Estaba un poco nerviosa y tenía las mejillas sonrojadas.

 

Pues un día que tengas prácticas me tienes que llevar contigo a surcar el cielo azul. Ja, ja - Louisa me sonrió con picardía.

 

Será un placer. Ya te avisaré. – Me ruboricé.

 


 

Por cierto. – La chica se puso algo más seria y cambió de tema. – ¿Cómo está tu madrastra? Mi padre ha ido a visitarla por una urgencia, por lo visto estaba muy grave. – El padre de Louisa, el doctor Stanley Garret era médico personal de Tadita y estaba tratando su enfermedad.

 

Por desgracia, no es la primera vez que le pasa, y me temo que no será la última.

 

Tenéis que cuidarla. Lo que tiene no es ninguna tontería, parece algo muy serio. – Louisa quería ser médico como su padre, era vocacional. Se preocupaba de la salud de la gente, más aún, si se trataba de alguien cercano o conocido.

 

Estamos muy preocupadas por ella y le cuidamos todo lo que podemos. – Nuestras miradas se cruzaron un instante con un tono de ternura y complicidad.

 

Lo sé, sois una familia muy unida. – Ella me volvió a sonreír y acto seguido se excusó. – Me tengo que marchar. Ahora tengo clase de cálculo. No puedo llegar tarde, ya sabes cómo se pone el señor Smith. Adiós, Skyla, nos vemos pronto.

 

Adiós, Louisa. – Le sonreí como una bobalicona. Durante un rato me quedé mirando cómo se iba alejando por el pasillo hacia adentro.

     

 

 

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