Internado Inglés (5). El final. Relato.

 


Nos dimos prisa en llegar a casa. Todas las luces estaban encendidas. En la vivienda predominaba el silencio. En la cama de la habitación de matrimonio se encontraba tumbada Tadita. Al lado de la cama se hallaba el doctor Stanley Garret acompañado de Charles Elwood y Quentin Wright, que observaban como el médico auscultaba a la paciente.

 

El doctor Garret era un señor alto, delgado, de facciones amables y unos ojos azules que me recordaban a los de su hija Louisa, con un fino bigote acicalado terminado en punta. Vestía con una bata blanca por encima de la camisa y llevaba unas gafas redondeadas con montura de alambre.



A los pies de la cama había dejado el maletín abierto. Era un amplio bolso de cuero negro, que de frente tenía forma triangular, y de lado se apreciaba que era amplio y alargado. Cerraba en pinza, con un asa de madera forrada de piel para poder transportarlo. La apertura quedaba plegada, ofreciendo al doctor plena accesibilidad para coger el instrumental que necesitara para formular el diagnóstico. Entre otras herramientas contenía el fonendoscopio, un tensiómetro hinchable, un martillo para los reflejos, lupas de diversa graduación, jeringuillas y tarros para portar muestras.

 

Bryanna y yo estábamos a la entrada de la habitación. Acompañados por la señorita Birdwhistle, que no se despegaba de nosotras. Se acercaron a hacernos compañía el señor Elwood y el señor Wright, mientras el doctor continuaba reconociendo a Tadita. Tenían semblantes de preocupación y a penas pronunciaban una palabra. Unos minutos más tarde, el doctor Garret se separó de la cama y se acercó donde estábamos nosotros informándonos de la situación:

        Tadita está en estado crítico. He hecho todo lo que estaba en mi mano. No puedo hacer nada más.

 

Observé que sobre el pecho de su bata tenía un pin con el mismo símbolo que contenía el sello del anillo de aquel desconocido, que acompañó a mi padre el día que se despidió de mí. Me quedé pensativa. ¿Qué podía significar aquello?

                                                                                                                                                                    

*Publicidad

 

"Hay historias que nacen en una cabeza

y mueren en una carpeta de ordenador."




                                                                                                                    


 

Bryanna corrió a abrazar a su madre. Iba llorando compungida. Yo me quedé mirándolas pegada a una pared, me distancié un poco de los adultos. Mi hermana se arrodilló al lado de la cama y recostó su cabeza sobre el pecho de Tadita.

 

         Cariño. Debes ser muy valiente de ahora en adelante. – Escuché como mi madrastra daba ánimos y se dirigía con dulzura a su hija. Alzó la cabeza y me buscó con la mirada. – Cielo, dile a Skyla que se acerque, me gustaría hablar un rato con ella.

 

Bry se separó de la cama y me hizo un gesto con la cabeza. No necesitaba que me dijera nada, lo había escuchado todo. Atravesé la habitación y me senté en el mismo sitio donde segundos antes ella había reclinado su cuerpo. Tadita cogió mi mano derecha entre sus manos, después me acarició el cabello.

 

       No estés triste, cambia esa carita. Mi niña bonita. Mi niña soñadora. No me gusta verte así.

 

        No quiero que te vayas tú también. – No hacía mucho que había perdido a mi padre y tenía miedo de quedarme sola.

 

        Aún no me he ido, corazón. Pase lo que pase, prométeme que jamás abandonaras tus metas. Te quedan muchas cosas por hacer. Eres una chica intrépida y con las ideas muy claras. Por muchos obstáculos que te ponga la vida, nunca te rindas.

 

        Seré fuerte. Te lo prometo. Pero es que hay una cosa... No quiero verme sola.

 

        Nunca estarás sola. Tienes a Bryanna. Estoy segura de que ella cuidará de ti y tú cuidaras de ella. Estáis tan compenetradas la una con la otra. Me da mucha alegría veros juntas y estoy convencida de que esa relación tan especial que tenéis entre vosotras no se romperá en la vida. Será para siempre.

 

        Te quiero. – Aproximé mis labios a su rostro y le di un beso en la mejilla. Nunca me había sentido tan cercana y tan unida a mi madrasta. Aquella despedida estaba cambiando la percepción que tenía de ella. Sentía realmente que me quería, como si fuera su hija natural, como quería a Bryanna. Se preocupaba de mí, me comprendía, me apreciaba. Yo la había tratado siempre como a la mujer de mi padre, una señora que vivía en mi casa. No la sentía como algo propio, como podía sentir a Bry. Esa noche me di cuenta de que estaba equivocada.

 

       ¿Te acuerdas de la pesadilla esa que me contaste que transcurría en el jardín? – Yo asentí con la cabeza. Tadita se quitó el atrapasueños que portaba en el cuello y me lo entregó en la mano. – Toma, cariño, para que no tengas malos sueños. Espero que te sirva a ti tanto como me ha servido a mí durante todos estos años.

 

        Gracias, “gizaagi’in,nimaamaa (“querida mamá” en su lengua nativa). Llega un momento en que no puedo reprimir el llanto. Tadita me sonríe y enjuga mis lágrimas con sus dedos. Yo me abrazo a ella con fuerza.

 

        “Nindānisag”, no os preocupéis por mí, sed fuertes, voy a reunirme con vuestro padre. La mujer pronuncia sus últimas palabras.

 


Me levanté de la cama afligida. Me dirigí a la ventana. Con la mano corrí un poco la cortina, lo suficiente para poder ver la calle. Para mi sorpresa estaba nevando en Londres. Los copos de nieve se precipitaban lentos y silenciosos sobre el suelo. Iban tejiendo sobre la calle un hermoso manto blanco que cubría poco a poco cuanto tenía a su alcance.

 

 🔙 Leer capítulo anterior.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjanos tu opinión.