Internado Inglés (4). Relato.

 

         El director había hecho llamar a nuestros padres y tutores para hablar de lo sucedido. Según él, estas manifestaciones de violencia eran inadmisibles en el centro y había que atajarlas enseguida. Frente a la mesa del responsable del colegio estábamos sentados Algernon, Bryanna y yo. En veinte minutos entró por la puerta Hugh Harmsworth y se sentó al lado de su hijo.

 

Era un hombre robusto, más bien rechoncho, con una calva que le llegaba hasta la coronilla y el cabello canoso que se le rizaba por la parte de atrás de la cabeza. Lucía, unas patillas pobladas que escondían sus orejas. Vestía pulcro, elegante, con un traje oscuro con chaleco y una chaqueta a juego con la botonadura dorada. La camisa blanca abrochada en el cuello y rematada por un lazo que formaba una pajarita.

 

No se dignó a mirarnos. Atendía en exclusiva al director que intentaba relatarle los hechos. Tenía el trato altivo y presuntuoso de su hijo, pero aún más acentuado. Los dos hombres se sentían algo incómodos por el tiempo en que tardaba en llegar nuestra tutora. Hugh extraía un reloj de mano dorado del bolsillo del chaleco, que tenía amarrado a un botón del mismo a través de una cadena de oro. Miraba la hora y resoplaba.

                                                                                                                                                                             

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Un poco estresada entró en el despacho Emma Birdwhistle, vino lo más rápido que pudo. Se sentó a mi lado, y mientras doblaba su abrigo sobre el respaldo de la silla, se disculpó por la tardanza debido a un suceso inesperado.

 

 

        Señora Birdwhistle. ¿Es usted la madre de Bryana Amstrong y tutora de Skyla? – El director esperaba entrevistarse directamente con los padres.

 

        No, yo soy la institutriz de las niñas. La madre lo siente mucho, pero se encuentra indispuesta para asistir a esta reunión. Acudo en su representación. –El señor Hugh sonrió de medio lado, con cierto desprecio por su interlocutora, no le parecía muy correcto tratar sobre la educación de los niños con alguien del servicio.

 

        Hubiera preferido que se hubieran personado los padres, pero si no es posible, procedamos pues. – El director resumió la escena para resituar el asunto, obviando la situación de acoso colectivo de la que fue objeto Bryanna, previa a la pelea. Lo que si mencionó fue el cruce de acusaciones sobre nuestros padres que tuvimos Algernon y yo. La señorita Birdwhistle preveía que algo había pasado antes que me hizo actuar de esa manera, y que probablemente sería por defender a mi hermana.

 

        Yo pienso que la actuación de estas niñas fue una reacción desmesurada. – Opina  el señor Hugh. – Es incompresible que dos señoritas se comporten en un colegio de este nivel como si fueran dos verduleras. Y que agredan a mi hijo las dos a la vez sabiendo que él no se va a defender, pues como caballero que es nuca podría la mano encima a dos damas. Si  llegó a recurrir a la fuerza fue para salvar su integridad física. Es intolerable una conducta de estas características. Usted bien conoce mis generosas contribuciones a la institución y exijo que se tomen medidas para que un episodio como este no se vuelva a producir.

 

        Entiendo perfectamente su indignación. Yo como usted opino que no es un comportamiento propio de dos damas. – El director da la razón al lord. La señorita Birdwhistle escucha con cortesía como se desarrolla la conversación: los gestos, las palabras. Si bien, hace un esfuerzo por contenerse, pues ya está escuchando algunas declaraciones que le empiezan a chirriar en los oídos.

 

        Además, como puedo observar, una de las niñas  proviene de otra cultura. – Hugh se refiere a Bryanna. En ningún momento le ha mirado a la cara. – Me consta que es de buena familia y ha recibido una exquisita educación, pero debe hacer un esfuerzo por adaptarse a las normas de convivencia británicas. Somos un país civilizado.

 

        Perdónenme señores. – Interviene la institutriz escandalizada por la deriva que está cogiendo la entrevista. – No nos olvidemos que estamos juzgando aquí también el comportamiento de Algernon. Por lo que me ha contado Bryanna, en alguna ocasión, él la humilla públicamente por su raza y su género. Su hijo, señor, es un niño racista y machista en toda regla. Y a tenor de lo que he escuchado aquí esta tarde, ya sé de dónde le vienen esas actitudes.

 

Hugh y el director se quedan atónitos tras escuchar la última intervención. La señorita Birdwhistle se levanta de la silla, recoge su abrigo y llama en voz alta a las niñas.

 

        Bryanna, Skyla. Nos vamos. Disculpen, caballeros, nos tenemos que marchar. Tenemos cosas más importantes que atender que estar aquí hablando de las disputas con un niño mal criado.

 

  

La señorita Birdwhistle sale al pasillo. Nosotras le seguimos unos metros por detrás. En voz baja comentamos lo que acaba de suceder:

 

        Ha estado muy bien la señorita Birdwhistle. Jamás me hubiera esperado que actuara así. Nunca antes nos había defendido. – Bryanna está impresionada.

 

        Yo tampoco me lo esperaba, pensaba que le caíamos mal. – Me sincero con mi hermana.

 

Bryanna corre hasta ponerse a la altura de la institutriz. Yo hago lo mismo. Estamos a punto de salir del colegio.

 

        Señorita Birdwhistle, quería darle las gracias por habernos defendido en el despacho del director. Ha sido muy valiente. Si no es por usted, después de ser las ofendidas quedamos como culpables. Es admirable como se ha hecho respetar delante de esos dos hombres. No es nada fácil lo que acaba de hacer – Mi hermana alza la vista buscando los ojos de la mujer.

 

        Sí, ha estado increíble. Les ha contado las cuarenta. Hacía falta que alguien dijera la verdad y colocara a esa pareja de prepotentes en su sitio. – Añado yo.

 

        Vamos, Bryanna. Hay que apresurarse. Tu madre está gravemente enferma, nos necesita con ella. – La voz firme del aya suena menos fría que de costumbre.

 

 

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